Las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez
Material type: ArticleSummary: En la foto que está pegada junto a mi escritorio Brenda Patricia está viva. Su cadáver fue encontrado el veintiséis de junio de 1998. En la imagen de al lado Celia Guadalupe, una niña de colita de caballo, hace un esfuerzo para sonreír en una foto de credencial. Su cadáver apareció en un lote baldío el nueve de diciembre de 1998. Ciento ochenta y siete mujeres y niñas asesinadas salvajemente en Ciudad Juárez. Guardamos silencio. No son estrellas de televisión. No son víctimas de una catástrofe natural. No son kosovares, es decir, víctimas remotas cuyas muertes pueden conmovernos porque responden al horror de una experiencia a fin de cuentas tan ajena. Ellas son las víctimas de nuestro horror doméstico. Estudiantes, trabajadoras de maquila. Mujeres pobres. Desviamos la mirada. La hemos desviado hasta un punto en que la asociación de familiares de las víctimas sólo pudo llamarse, Voces sin eco. La justicia responde a medias. El FBI viene y va en hipótesis que no se concretan. Los familiares identifican cadáveres o restos de cadáveres. En otros casos simplemente denuncian la desaparición de una mujer y esperan. Hay cuerpos que nadie vino a reclamar.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 369033 |
En la foto que está pegada junto a mi escritorio Brenda Patricia está viva. Su cadáver fue encontrado el veintiséis de junio de 1998. En la imagen de al lado Celia Guadalupe, una niña de colita de caballo, hace un esfuerzo para sonreír en una foto de credencial. Su cadáver apareció en un lote baldío el nueve de diciembre de 1998. Ciento ochenta y siete mujeres y niñas asesinadas salvajemente en Ciudad Juárez. Guardamos silencio. No son estrellas de televisión. No son víctimas de una catástrofe natural. No son kosovares, es decir, víctimas remotas cuyas muertes pueden conmovernos porque responden al horror de una experiencia a fin de cuentas tan ajena. Ellas son las víctimas de nuestro horror doméstico. Estudiantes, trabajadoras de maquila. Mujeres pobres. Desviamos la mirada. La hemos desviado hasta un punto en que la asociación de familiares de las víctimas sólo pudo llamarse, Voces sin eco. La justicia responde a medias. El FBI viene y va en hipótesis que no se concretan. Los familiares identifican cadáveres o restos de cadáveres. En otros casos simplemente denuncian la desaparición de una mujer y esperan. Hay cuerpos que nadie vino a reclamar.
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