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Los centenarios de la revolución mexicana

By: Material type: ArticleArticleSummary: E1 siglo se terminaba mal pero los intercambios de abrazos y de buenos deseos para el nuevo año 2000 fueron, sin embargo, de lo más alegre. En medio de los, ¡Feliz año nuevo!, y los, ¡Salud!, se escuchó en diversos lugares, ¡México bien vale un túnel!, y, ¡Qué viva la estadística!, a pesar de que en algunos salones intercambiaban, Dios ¡qué baja es la tierra!, y, ¡Arriba los nuevos partidos!. Extraños deseos, pero ¿cuáles obsequios de fin de año prometían ellos?... Diez años más tarde cada uno creyó haber comprendido lo que significaban esas fórmulas misteriosas, frecuentemente transformadas en refranes populares. Cuando el presidente Deuxio,Beta inauguró las festividades del centenario de la Revolución, con un vibrante homenaje a la reforma agraria iniciada por su predecesor Alfa de Primo, Dios ¡qué baja es la tierra!, había perdido todo su misterio. La reforma, rápida y masiva, se interesaba en forma particular en la docena de estados sureños demasiado olvidados en tiempos de Cárdenas. Por millones de hectáreas, las tierras bajas del mapa, sí: ¡la tierra es baja!, fueron rentadas a los campesinos más necesitados, mediante generosas indemnizaciones a los latifundistas afectados.
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E1 siglo se terminaba mal pero los intercambios de abrazos y de buenos deseos para el nuevo año 2000 fueron, sin embargo, de lo más alegre. En medio de los, ¡Feliz año nuevo!, y los, ¡Salud!, se escuchó en diversos lugares, ¡México bien vale un túnel!, y, ¡Qué viva la estadística!, a pesar de que en algunos salones intercambiaban, Dios ¡qué baja es la tierra!, y, ¡Arriba los nuevos partidos!. Extraños deseos, pero ¿cuáles obsequios de fin de año prometían ellos?... Diez años más tarde cada uno creyó haber comprendido lo que significaban esas fórmulas misteriosas, frecuentemente transformadas en refranes populares. Cuando el presidente Deuxio,Beta inauguró las festividades del centenario de la Revolución, con un vibrante homenaje a la reforma agraria iniciada por su predecesor Alfa de Primo, Dios ¡qué baja es la tierra!, había perdido todo su misterio. La reforma, rápida y masiva, se interesaba en forma particular en la docena de estados sureños demasiado olvidados en tiempos de Cárdenas. Por millones de hectáreas, las tierras bajas del mapa, sí: ¡la tierra es baja!, fueron rentadas a los campesinos más necesitados, mediante generosas indemnizaciones a los latifundistas afectados.

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