De Chernobil a Laguna Verde : los gritos del silencio
Material type: ArticleSummary: A diez años del accidente ocurrido en la central nuclear de Chernobil, Ucrania, considerado el más grave de la era industrial, no existe un reporte oficial confiable sobre sus consecuencias. Desde el primer momento, el ocultamiento de información ha sido una constante. Cuando sucedió la catástrofe, veintiséis de abril de 1986, las autoridades soviéticas guardaron silencio, hasta que la radiactividad se registró en Suecia y las evidencias no dejaban duda de que una gran nube radiactiva, proveniente de la URSS, comenzaba a cubrir Europa… La respuesta de la prensa internacional no se dejó esperar, sin embargo, la desinformación se impuso debido al férreo control soviético. Además, las naciones occidentales se percataron de inmediato de que la difusión de este accidente podría poner en riesgo sus ya de por sí debilitados programas nucleares, e incentivar aún más la oposición antinuclear. Tras el accidente, Estados Unidos y la URSS acordaron que la Agencia Internacional de Energía Atómica, ALEA, se encargara de reducir la dimensión del accidente en los medios de comunicación. Había que salvar el prestigio de la industria nucleoeléctrica y este organismo sería la voz oficial.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 366079 |
A diez años del accidente ocurrido en la central nuclear de Chernobil, Ucrania, considerado el más grave de la era industrial, no existe un reporte oficial confiable sobre sus consecuencias. Desde el primer momento, el ocultamiento de información ha sido una constante. Cuando sucedió la catástrofe, veintiséis de abril de 1986, las autoridades soviéticas guardaron silencio, hasta que la radiactividad se registró en Suecia y las evidencias no dejaban duda de que una gran nube radiactiva, proveniente de la URSS, comenzaba a cubrir Europa… La respuesta de la prensa internacional no se dejó esperar, sin embargo, la desinformación se impuso debido al férreo control soviético. Además, las naciones occidentales se percataron de inmediato de que la difusión de este accidente podría poner en riesgo sus ya de por sí debilitados programas nucleares, e incentivar aún más la oposición antinuclear. Tras el accidente, Estados Unidos y la URSS acordaron que la Agencia Internacional de Energía Atómica, ALEA, se encargara de reducir la dimensión del accidente en los medios de comunicación. Había que salvar el prestigio de la industria nucleoeléctrica y este organismo sería la voz oficial.
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