Nota de sumario, etc. |
La publicación del texto, El joven que tocaba el piano, y descuartizó a su novia, en la edición trescientos treinta y siete de emeequis, originó una inédita polémica entre los lectores: intensa, disruptiva, acalorada. En pocas horas, miles de computadoras y dispositivos desperdigados por todo México, e incluso fuera del país, dejaron escapar voces con algo particular y en común: ganas de dejarse oír, de expresar rechazo o indignación, de serenar los ánimos, de tratar de construir un puente entre quienes piensan distinto. En favor o en contra del reportaje de emeequis y del autor del texto, el periodista Alejandro Sánchez, las molestias exacerbadas y los llamados a la sensatez alimentaron, por igual, un intenso debate en redes sociales. Ha sido una experiencia extenuante pero enriquecedora para el equipo editorial de emeequis, así como, precisamos para no exagerar, una parte de la sociedad digital. Y esa es una buena noticia que podemos apreciar una vez que se empieza a despejar el humo: existe una sociedad digital que no sólo está enfrascada en atender trending topics banales o de coyuntura. Los cuestionamientos, en particular los más agresivos, a nuestra labor nos abrumaron, es cierto, y nos obligaron a realizar un ejercicio de reflexión, de discusión interna, de justa valoración de nuestro desempeño profesional. Nos pusieron a prueba, pero aquí estamos, deseosos de mantener la apuesta con la que iniciamos hace ocho años: un periodismo con una agenda ciudadana, de excelencia, fresco, heterodoxo, con ángulos innovadores. La aldea cibernética mexicana se convirtió de pronto y por momentos, días, en realidad, en una densa maraña de lazos invisibles tendidos de un lado a otro, discutiendo encendidamente sobre el texto, tanto que un par de mensajes hasta llamaron a matar al periodista. Las críticas y los ataques, algunos de ellos rayando en el odio en contra de emeequis y del periodista Alejandro Sánchez, nos responsabilizaron de haber hecho deliberadamente una apología del feminicidio, de atribuirle a la víctima, Sandra Camacho, una joven de diecisiete años, la responsabilidad de su propio asesinato y de justificar y exculpar al homicida, Javier Méndez, entonces de diecinueve años. Hoy es más claro ver el problema: cometimos errores en la elaboración y publicación del texto. Es verdad y lo reconocernos. Para empezar, una omisión imperdonable: no mencionamos explícita y suficientemente que buscamos a la familia de Sandra Camacho y que ésta rechazó, con legítimo derecho, concedernos una entrevista. Respetamos su deseo, pero olvidamos mencionarlo, y al no hacerlo se generó la idea de que restábamos importancia y valor a la vida de ella. Lamentamos profundamente el descuido. Diez mensajes de Tweet,s al respecto. |