| Nota de sumario, etc. |
Aquí nos toco vivir, afirma Ixca Cienfuegos, el Virgilio de La región más transparente, que este año cumple cincuenta años de su publicación en marzo de 1958. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer, reitera cuando Gladys García, en el amanecer de la Ciudad de México, se detiene en el puente de Nonoalco de regreso a casa. La ciudad de medio siglo veinte, que los personajes de La región más transparente recorren, no rebasaba el millón, en un país donde veinte millones de mexicanos no podían estar equivocados. Una ciudad con el ombligo bien puesto en la plancha del zócalo, la ciudad prehispánica bajo la ciudad colonial, bajo la ciudad del México posrevolucionario, estrenando modernidad y burguesía política. La ciudad provinciana presumiendo ciudad porque en México el campo lo había sido todo hasta los años cincuenta, cuando la balanza de los asentamientos comenzó a inclinarse hacia el poblamiento urbano. El México rural de Azuela, de Revueltas, de Rulfo, de Yáñez, de Rosario Castellanos se queda en esa década de los cincuenta en que la ciudad mudaba a lo que sería. Y La región más transparente daba por primera vez voz a la metrópoli, al caldo de cultivo de todos los sueños y las procedencias, a esa ciudad caminable, respirable. La que no nos tocó vivir a quienes nacimos a partir de esa década, pues en los años sesenta la huella del México revolucionario se desdibujó, se volvió un mito lejano, la historia de alguien más, mientras la ciudad edificaba suburbios a los que daban la bienvenida las Torres de Satélite; construía su primer rascacielos en la esquina de Madero y San Juan de Letrán, trazaba un anillo Periférico para la ciudad americana del auto y la expansión. Qué le vamos a hacer, Gladys, nos lo confirma Ixca con esa sentencia. Un día, como alguna vez lo apresó en un verso Angelina Muñiz Hubberman desde el exilio, aceptas el paisaje. |
