Güeros
Vega-Gil Rueda, Armando, 1955-
Güeros
El mar en calma de los que navegamos con bandera de pendejos. Güeros es una invitación a abrazar a esos chicos, los que llevan la revolución en la sangre. A buscar con ellos la travesura, el anhelo, el sueño guajiro. Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil, advertía Salvador Allende, desde las entrañas de la UdeG, a un mar de jóvenes mexicanos que veían en la revolución desarmada del Chile de los setenta una posibilidad para instaurar el socialismo en América Latina, en el mundo entero. El mar de los estudiantes universitarios: olas salvajes, profundidades insondables. Insumisión. Mirada hípercrítica, desmadrosa, megaseria, archisolemne e insolente, atolondrada, intolerante. Después llega la mayoría de edad, esa madurez a la que Virulo se refiere como el estado previo a la putrefacción. Luego vienen los hijos, la batalla diaria por sobrevivir, la ambición, la derrota, la claudicación, el alineamiento. El destino trágico de todo adolescente encabronado es convertirse en lo que más odia: un adulto.
Güeros
El mar en calma de los que navegamos con bandera de pendejos. Güeros es una invitación a abrazar a esos chicos, los que llevan la revolución en la sangre. A buscar con ellos la travesura, el anhelo, el sueño guajiro. Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil, advertía Salvador Allende, desde las entrañas de la UdeG, a un mar de jóvenes mexicanos que veían en la revolución desarmada del Chile de los setenta una posibilidad para instaurar el socialismo en América Latina, en el mundo entero. El mar de los estudiantes universitarios: olas salvajes, profundidades insondables. Insumisión. Mirada hípercrítica, desmadrosa, megaseria, archisolemne e insolente, atolondrada, intolerante. Después llega la mayoría de edad, esa madurez a la que Virulo se refiere como el estado previo a la putrefacción. Luego vienen los hijos, la batalla diaria por sobrevivir, la ambición, la derrota, la claudicación, el alineamiento. El destino trágico de todo adolescente encabronado es convertirse en lo que más odia: un adulto.