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Scherer y la trampa del emperador

Santiago, Aníbal

Scherer y la trampa del emperador

Hubo un tiempo en que Julio Scherer no era Julio Scherer. Era un joven veinteañero que publicaba notas sin firma. Hasta que el veintiuno de septiembre de 1949, en la edición once mil setecientos diecinueve del diario en que trabajaba, apareció una noticia: Excavaciones en Busca de Cuauhtémoc. El ex mensajero, reportero anónimo y ahora, enviado especial, de Excélsior empezaba a labrarse un nombre. No sin tropiezos. Le faltaba mucho por aprender al hombre leyenda. ¿En cualquier momento emergerían los restos de Cuauhtémoc del fondo de la tierra? La historiadora Eulalia Guzmán no dice oxte ni moxte, lamentó Scherer en una de esas notas. Excélsior preguntó a Eulalia Guzmán, si habría que escribir la historia patria de nueva cuenta, hecho en lo que ella estuvo de acuerdo, concluyó Scherer. El gran diario de México, Excélsior, no tardó en mostrarse ante Julio Scherer García con su rostro más servil y nauseabundo. El primero de septiembre de 1949, primero de los cerca de diez mil días en que el impecable hombre de traje, corbata y oscura melena alisada cruzó la puerta de Reforma dieciocho bajo el cargo de reportero, la cúpula de ese periódico cocinaba los titulares con que a la mañana siguiente daría su veredicto sobre el flamante Tercer Informe de Gobierno del presidente Miguel Alemán. Entusiastas elogios de los gobernadores para el informe. Contenido político de largos alcances. Verdad y optimismo en las palabras. Altos ideales de México, consumados. Aplaude el PAN la tesis presidencial, imprimió la rotativa de Bucareli.





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