Rulfo fue uno de los cinco mejores narradores del siglo pasado. Cuestionario a Enrique Vila-Matas
Redacción Letras Libres
Rulfo fue uno de los cinco mejores narradores del siglo pasado. Cuestionario a Enrique Vila-Matas
En Bartleby y compañía, Anagrama, 2000; Seix Barral, 2015,Enrique Vila-Matas se refiere a Juan Rulfo como un escritor del No; un escritor que, como Rimbaud, abandonó la literatura. Solo de la pulsión negativa, solo del laberinto del No puede surgir la escritura por venir, dice en aquel libro. Ha dicho que Rulfo es de los autores que lo paralizan. ¿De alguna manera es, como diría Blanchot, incomunicable? Pedro Páramo, en concreto, me paraliza, quizá porque leerlo fue una experiencia literalmente extraordinaria, parecida a la que tenemos cuando un sueño es tan intenso, más intenso que la vida– que acaba convirtiéndosenos en incomunicable para los demás. En mi opinión, cuando se da un caso así y uno ve que no va a poder transmitir nunca, con la misma intensidad, esa emoción y mensaje que contenía el sueño, lo más sensato es arrodillarse ante el famoso precepto: De lo que no se puede hablar hay que callar.
Rulfo fue uno de los cinco mejores narradores del siglo pasado. Cuestionario a Enrique Vila-Matas
En Bartleby y compañía, Anagrama, 2000; Seix Barral, 2015,Enrique Vila-Matas se refiere a Juan Rulfo como un escritor del No; un escritor que, como Rimbaud, abandonó la literatura. Solo de la pulsión negativa, solo del laberinto del No puede surgir la escritura por venir, dice en aquel libro. Ha dicho que Rulfo es de los autores que lo paralizan. ¿De alguna manera es, como diría Blanchot, incomunicable? Pedro Páramo, en concreto, me paraliza, quizá porque leerlo fue una experiencia literalmente extraordinaria, parecida a la que tenemos cuando un sueño es tan intenso, más intenso que la vida– que acaba convirtiéndosenos en incomunicable para los demás. En mi opinión, cuando se da un caso así y uno ve que no va a poder transmitir nunca, con la misma intensidad, esa emoción y mensaje que contenía el sueño, lo más sensato es arrodillarse ante el famoso precepto: De lo que no se puede hablar hay que callar.