El delirio de 1914
Jünger, Ernst
El delirio de 1914
Sturm estaba hoy de mal humor. Se debía sin duda a la primera y triste impresión del día. Había tenido que envolver el cuerpo del muerto en una lona de tienda de campaña y dar orden de llevarlo al pueblo por los rama-les de aproximación. Luego había dado una vuelta por su sector de trinchera y había seguido el desarrollo de los trabajos de fortificación. Le repugnaba todo lo técnico y, sin embargo, la construcción de la trinchera, que convertía un insignificante trozo de naturaleza en una compleja instalación de combate, había ido fascinándole cada vez más. Lo atribuía a la influencia de la guerra, que llevaba toda actividad por derroteros más simples. En aquel ambiente uno se volvía más concreto. Precisamente por eso, las horas que se podían dedicar al dominio del espíritu devenían un sutil deleite, potenciado por aquel contraste extremo.
El delirio de 1914
Sturm estaba hoy de mal humor. Se debía sin duda a la primera y triste impresión del día. Había tenido que envolver el cuerpo del muerto en una lona de tienda de campaña y dar orden de llevarlo al pueblo por los rama-les de aproximación. Luego había dado una vuelta por su sector de trinchera y había seguido el desarrollo de los trabajos de fortificación. Le repugnaba todo lo técnico y, sin embargo, la construcción de la trinchera, que convertía un insignificante trozo de naturaleza en una compleja instalación de combate, había ido fascinándole cada vez más. Lo atribuía a la influencia de la guerra, que llevaba toda actividad por derroteros más simples. En aquel ambiente uno se volvía más concreto. Precisamente por eso, las horas que se podían dedicar al dominio del espíritu devenían un sutil deleite, potenciado por aquel contraste extremo.