José Emilio Pacheco (1939-2014). Visitador del XIX
Castro, Miguel Ángel
José Emilio Pacheco (1939-2014). Visitador del XIX
La generación que al finalizar los setenta se izo adulta, como suele suceder, contra su voluntad, presenció la agonía de las colonias y los barrios que durante la última década del porfiriato comenzaron a desarrollarse hacia eI poniente y el sur de la ciudad, de esa ciudad que ya era considerada México viejo por Luis González Obregón en 1891 y que un siglo más tarde estableció sus fronteras en la traza del Centro Histórico. Las calles de las colonias Guerrero, Santa María la Ribera, San Rafael, Juárez, Roma y Cuauhtémoc cedieron u tranquilidad a los automóviles; en aquellas aceras sobrepobladas, los paseos y los Juegos perdían nuestra libertad y el sabor de la aventura. Esa generación, la mía, le agradeció entonces a José Emilio Pacheco sus Batallas en el desierto porque, entre otras cosas, la retrataba con exactitud y emoción… Aquellos viejos lectores y otros más jóvenes han expresado el afecto y compartido la pena que sienten por la inesperada partida del poeta al que se llamaba, nomás por galas de sentirse amigo suyo, Pacheco o José Emilio. Todos hemos recordado cómo a sus veintitantos años comenzó a desplegarse su talento, la palabra del escritor, la fuerza y emoción de su poesía, el compromiso y la constancia del periodista, la honestidad del profesor, la erudición del historiador y la sensibilidad del crítico. Más todavía, el tamaño de ser humano que fue José Emilio, o Pacheco… Colaboraba yo en el proyecto del Diccionario de escritores mexicanos, coordinado por Aurora Ocampo en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, cuando una de las compañeras dedicadas a extraer información de los suplementos, revistas y diarios me invitó a escuchar a José Emilio en el Colegio Nacional, donde daba conferencias desde su ingreso en 1986. Me deslumbró.
José Emilio Pacheco (1939-2014). Visitador del XIX
La generación que al finalizar los setenta se izo adulta, como suele suceder, contra su voluntad, presenció la agonía de las colonias y los barrios que durante la última década del porfiriato comenzaron a desarrollarse hacia eI poniente y el sur de la ciudad, de esa ciudad que ya era considerada México viejo por Luis González Obregón en 1891 y que un siglo más tarde estableció sus fronteras en la traza del Centro Histórico. Las calles de las colonias Guerrero, Santa María la Ribera, San Rafael, Juárez, Roma y Cuauhtémoc cedieron u tranquilidad a los automóviles; en aquellas aceras sobrepobladas, los paseos y los Juegos perdían nuestra libertad y el sabor de la aventura. Esa generación, la mía, le agradeció entonces a José Emilio Pacheco sus Batallas en el desierto porque, entre otras cosas, la retrataba con exactitud y emoción… Aquellos viejos lectores y otros más jóvenes han expresado el afecto y compartido la pena que sienten por la inesperada partida del poeta al que se llamaba, nomás por galas de sentirse amigo suyo, Pacheco o José Emilio. Todos hemos recordado cómo a sus veintitantos años comenzó a desplegarse su talento, la palabra del escritor, la fuerza y emoción de su poesía, el compromiso y la constancia del periodista, la honestidad del profesor, la erudición del historiador y la sensibilidad del crítico. Más todavía, el tamaño de ser humano que fue José Emilio, o Pacheco… Colaboraba yo en el proyecto del Diccionario de escritores mexicanos, coordinado por Aurora Ocampo en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, cuando una de las compañeras dedicadas a extraer información de los suplementos, revistas y diarios me invitó a escuchar a José Emilio en el Colegio Nacional, donde daba conferencias desde su ingreso en 1986. Me deslumbró.