Los encantados
Martín Durán
Los encantados
Siempre me he preguntado cuál es el encanto de una voz, eso que te golpea en el inconsciente. Tal vez se debe a lo hermoso y educado de los sonidos vibratorios que emite y la suavidad con la que viaja por los aires. Otras veces, lo que seduce está donde menos se sospecha. Existen infinidad de cantantes que no tienen una extraordinaria potencia ni la refinada textura que se necesita para cautivar a las audiencias, pero tienen algo importantísimo y único: estilo, aquello que un músico puede tardar toda una vida en conseguir. Estoy convencido de que, en esta vida, si tienes estilo propio la mitad de la batalla está ganada. A propósito, hablemos de una heroína del estilo, del hermoso sonido de Caria Morrison… La forma en que me topé con esta cantante fue distinta a lo que estoy acostumbrado, pues casi siempre conozco a los músicos por medio de algún disco, demo o encuentro fortuito en la radio. Pero esta vez me tocó escuchar a Caria en un concierto acústico de Monotordio en el café bar El Foro del Tejedor, agregaduría de El Péndulo. Esa noche Fernando, Rivera Calderón, me dijo, de manera un poco improvisada, que una amiga de María Emilia Martínez, flauta y coros, abriría el concierto. Ya listos y en nuestros puestos, subió esta mujer de tez blanca y mirada inocente. Apenas empezó, cautivó a muchos e hizo que otros derramaran el vino de sus copas, que tambaleaban de la emoción al encontrar una voz de ésas que admites como únicas. Solamente una guitarra acompañaba sus deslizantes y maleables melodías, interpretando con delicadeza y profundidad cada una de sus canciones que, en ese entonces, se cocinaban con ingredientes de primera.
Los encantados
Siempre me he preguntado cuál es el encanto de una voz, eso que te golpea en el inconsciente. Tal vez se debe a lo hermoso y educado de los sonidos vibratorios que emite y la suavidad con la que viaja por los aires. Otras veces, lo que seduce está donde menos se sospecha. Existen infinidad de cantantes que no tienen una extraordinaria potencia ni la refinada textura que se necesita para cautivar a las audiencias, pero tienen algo importantísimo y único: estilo, aquello que un músico puede tardar toda una vida en conseguir. Estoy convencido de que, en esta vida, si tienes estilo propio la mitad de la batalla está ganada. A propósito, hablemos de una heroína del estilo, del hermoso sonido de Caria Morrison… La forma en que me topé con esta cantante fue distinta a lo que estoy acostumbrado, pues casi siempre conozco a los músicos por medio de algún disco, demo o encuentro fortuito en la radio. Pero esta vez me tocó escuchar a Caria en un concierto acústico de Monotordio en el café bar El Foro del Tejedor, agregaduría de El Péndulo. Esa noche Fernando, Rivera Calderón, me dijo, de manera un poco improvisada, que una amiga de María Emilia Martínez, flauta y coros, abriría el concierto. Ya listos y en nuestros puestos, subió esta mujer de tez blanca y mirada inocente. Apenas empezó, cautivó a muchos e hizo que otros derramaran el vino de sus copas, que tambaleaban de la emoción al encontrar una voz de ésas que admites como únicas. Solamente una guitarra acompañaba sus deslizantes y maleables melodías, interpretando con delicadeza y profundidad cada una de sus canciones que, en ese entonces, se cocinaban con ingredientes de primera.
