Clap, clap
González Mello, Flavio, 1967-
Clap, clap
¿Por qué aplaudimos? Se supone que lo hacemos cuando algo nos gustó, y que el entusiasmo con que golpeamos nuestras palmas es un termómetro de la intensidad de nuestro agrado. En los hechos, sin embargo, no siempre ocurre así. No me refiero al caso obvio de los que aplauden cada frase del Presidente durante un desayuno político, sino a la reacción con que el público desinteresado, ése que ha pagado su boleto, suele premiar cierto tipo de espectáculos… A los mexicanos nos gusta aplaudir. Hay situaciones, como el Festival Cervantino, donde esta tendencia se exacerba hasta grados inverosímiles. Viene un montaje somalí basado en La Orestiada: ocho minutos de aplausos. Performance lituano consistente en realizar un par de acciones en cámara lenta a lo largo de tres horas y media: cinco regresos de la compañía al escenario para agradecer la eterna ovación. Obra alemana incomprensible porque el subtitulaje electrónico se descompuso: doce minutos de aplausos; los últimos cuatro, de pie. ¿Realmente estas novecientas personas acabamos de vivir una de las experiencias estéticas más intensas de nuestras vidas?
Clap, clap
¿Por qué aplaudimos? Se supone que lo hacemos cuando algo nos gustó, y que el entusiasmo con que golpeamos nuestras palmas es un termómetro de la intensidad de nuestro agrado. En los hechos, sin embargo, no siempre ocurre así. No me refiero al caso obvio de los que aplauden cada frase del Presidente durante un desayuno político, sino a la reacción con que el público desinteresado, ése que ha pagado su boleto, suele premiar cierto tipo de espectáculos… A los mexicanos nos gusta aplaudir. Hay situaciones, como el Festival Cervantino, donde esta tendencia se exacerba hasta grados inverosímiles. Viene un montaje somalí basado en La Orestiada: ocho minutos de aplausos. Performance lituano consistente en realizar un par de acciones en cámara lenta a lo largo de tres horas y media: cinco regresos de la compañía al escenario para agradecer la eterna ovación. Obra alemana incomprensible porque el subtitulaje electrónico se descompuso: doce minutos de aplausos; los últimos cuatro, de pie. ¿Realmente estas novecientas personas acabamos de vivir una de las experiencias estéticas más intensas de nuestras vidas?