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Oidos duros

Hubard, Julio

Oidos duros

El canon occidental. Harold Bloom comparte esa extraña virtud de los buenos ensayistas de lengua inglesa: se puede éster en perfecto desacuerdo con él sin que aparezca la necesidad de mostrar que el desacuerdo se debe a error ni a mala fe alguna, por un lado y, por el otro, el desacuerdo solamente incide en la riqueza y el interés, y nunca en la exclusión. Y bien, Bloom hace una afirmación como mazazo: un buen lector puede, en cierto modo, situarse en la mente de Platón y pensar desde ahí; pero no en la de Shakespeare. También dice que en efecto es muy importante lo hecho, pero que él ya no quiere hacer una lectura freudiana de Shakespeare sino una shakespeariana de Freud... Mi primera impresión, ante lo dicho por Bloom, es que, para efectuar una interpretación shakespeariana de Freud, o de quien sea, yo debería tener la cabeza más ancha, más abierta y el oído más fino. Esta sensación primera no tiene que ver con la mirada, ni con el tacto, olfato ni gusto: es de oído la diferencia entre aquéllos, Shakespeare, Donne, Marlowe o Quevedo, Lope, Góngora, aunque yo no incluiría a Cervantes, y nosotros.





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