Pasiones privadas en lugares públicos
Vega-Gil Rueda, Armando, 1955-
Pasiones privadas en lugares públicos
Es inevitable y enfadoso, pero en toda relación humana uno siempre espera algo, algo del otro, un rasgo, una acción o actitud que va más allá de la fuerzas y costumbres de aquél. Y es que las expectativas que nos hacemos de los demás responden sólo a nuestros deseos, a nuestro sueños y necesidades, y no a la esencia profunda de aquéllos: los demás son depositarios de nuestros anhelos, y esto hace densas y equívocas las negociaciones de convivencia. A los otros los volvemos espejos, y este espejismo nos impide conocerlos. Los que se nos unen en el camino de la vida terminan vueltos rehenes de nuestras ideas. Y también en sentido contrario, los que nos rodean creen saber nuestras respuestas y anticipan escenarios a los cuales debemos responder tal cual lo requieren, de lo contrario los defraudamos. Así que en la fachada de nuestras vidas, el desengaño aguarda como un gato enfurruñado que de un momento a otro nos podría arañar, o simplemente darse la vuelta y escapar sin decir nada.
Pasiones privadas en lugares públicos
Es inevitable y enfadoso, pero en toda relación humana uno siempre espera algo, algo del otro, un rasgo, una acción o actitud que va más allá de la fuerzas y costumbres de aquél. Y es que las expectativas que nos hacemos de los demás responden sólo a nuestros deseos, a nuestro sueños y necesidades, y no a la esencia profunda de aquéllos: los demás son depositarios de nuestros anhelos, y esto hace densas y equívocas las negociaciones de convivencia. A los otros los volvemos espejos, y este espejismo nos impide conocerlos. Los que se nos unen en el camino de la vida terminan vueltos rehenes de nuestras ideas. Y también en sentido contrario, los que nos rodean creen saber nuestras respuestas y anticipan escenarios a los cuales debemos responder tal cual lo requieren, de lo contrario los defraudamos. Así que en la fachada de nuestras vidas, el desengaño aguarda como un gato enfurruñado que de un momento a otro nos podría arañar, o simplemente darse la vuelta y escapar sin decir nada.