Eusebio Ruvalcaba
Maillard, Tatiana
Eusebio Ruvalcaba
Su gesto adopta cierta expectativa cuando pregunta: ¿Ya te diste cuenta en qué calle estamos?. Uno se queda sin palabras, porque si los sentidos no engañan, la calle se quedó allá afuera y esto es el interior de una vivienda… ¡Estamos en la calle Mozart!; dice Eusebio Ruvalcaba, a quien parece importarle poco que éste sea el único tramo vial cuyos límites los establece una puerta, la longitud de las paredes y la presencia de un techo. Su dedo apunta orgullosamente al señalamiento azul marino que cuelga de la pared del recibidor y que claramente indica que allí dentro es una calle, que esa calle se llama Mozart y que Eusebio habita en ella, envolviéndose en las piezas musicales de Brahms, Beethoven y Schumann que expectoran las bocinas de la sala.
Eusebio Ruvalcaba
Su gesto adopta cierta expectativa cuando pregunta: ¿Ya te diste cuenta en qué calle estamos?. Uno se queda sin palabras, porque si los sentidos no engañan, la calle se quedó allá afuera y esto es el interior de una vivienda… ¡Estamos en la calle Mozart!; dice Eusebio Ruvalcaba, a quien parece importarle poco que éste sea el único tramo vial cuyos límites los establece una puerta, la longitud de las paredes y la presencia de un techo. Su dedo apunta orgullosamente al señalamiento azul marino que cuelga de la pared del recibidor y que claramente indica que allí dentro es una calle, que esa calle se llama Mozart y que Eusebio habita en ella, envolviéndose en las piezas musicales de Brahms, Beethoven y Schumann que expectoran las bocinas de la sala.