¡Penitencia!
¡Penitencia!
La historia que les voy a contar no proviene de ninguna novela o texto dramático; no es producto de la imaginería de algún literato. Esta es una historia auténticamente real. Me la contó doña Griselda Álvarez allá en su casa del Pedregal. Pero hay dos cosas que debemos saber acerca de la maestra Álvarez, antes de iniciar el macabro relato. La primera es que ella es una de nuestras grandes poetas. Su obra no se sumergió en los tormentos diabólicos de una Pita Amor ni en los tenebrosos oficios de una Rosario Castellanos. Su poesía es luminosa y certera, afincada en los terrenos del clasicismo. A lo extraviado de Pita y a lo pesimista de Rosario, Griselda antepuso en su obra un aliento diáfano y optimista. Basta con conocer, Letanía erótica para la paz, para corroborarlo.
La historia que les voy a contar no proviene de ninguna novela o texto dramático; no es producto de la imaginería de algún literato. Esta es una historia auténticamente real. Me la contó doña Griselda Álvarez allá en su casa del Pedregal. Pero hay dos cosas que debemos saber acerca de la maestra Álvarez, antes de iniciar el macabro relato. La primera es que ella es una de nuestras grandes poetas. Su obra no se sumergió en los tormentos diabólicos de una Pita Amor ni en los tenebrosos oficios de una Rosario Castellanos. Su poesía es luminosa y certera, afincada en los terrenos del clasicismo. A lo extraviado de Pita y a lo pesimista de Rosario, Griselda antepuso en su obra un aliento diáfano y optimista. Basta con conocer, Letanía erótica para la paz, para corroborarlo.