Un sistema político agotado
Alarcón Olguín, Víctor, 1963-
Un sistema político agotado
Las elecciones de 2006 nos han mostrado a una sociedad imposibilitada para participar en forma plena dentro de la construcción de alternativas. Candidatos iluminados y distantes, atrapados a su vez en un facilismo mediático basado en mensajes llenos de vaguedades u obviedades, nos demuestran que la civilidad y la modernidad están siendo prometidas a sólo unos cuantos, o a muchos pero sin poner definición en los modos y los tiempos para lograr una mejoría real en el bienestar de la población. La democracia mexicana no puede manifestarse porque sus partidos y líderes políticos siguen mirando hacia atrás. Su lenguaje y actitudes son claras demostraciones de que su mentalidad sigue colocada en el contexto de acción autoritario. Y esto se ha transmitido a otros círculos, como lo han sido un Congreso de la Unión que sigue siendo sólo una instancia reactiva y con escasa coordinación interna; una presidencia que declinó ejercer un liderazgo directo y firme; además de que tenemos una clara sensación de que estamos desdibujados ante la imposibilidad de entender cómo queremos participar en una globalidad que nos exige movernos más allá de la soberanía y del nacionalismo ramplón… Ésta ha sido una campaña que abre serias dudas acerca del futuro en términos de la gobernabilidad y la preservación de las nuevas instituciones apenas alineados durante esta larga transición política. Es insoslayable la exigencia de una nueva generación de normas al marco constitucional, pero sobre todo, inventar al sistema político que finalmente pueda trascender al populismo, la corrupción de siempre y el despilfarro presupuestal en cualesquiera de sus versiones partidarias.
Un sistema político agotado
Las elecciones de 2006 nos han mostrado a una sociedad imposibilitada para participar en forma plena dentro de la construcción de alternativas. Candidatos iluminados y distantes, atrapados a su vez en un facilismo mediático basado en mensajes llenos de vaguedades u obviedades, nos demuestran que la civilidad y la modernidad están siendo prometidas a sólo unos cuantos, o a muchos pero sin poner definición en los modos y los tiempos para lograr una mejoría real en el bienestar de la población. La democracia mexicana no puede manifestarse porque sus partidos y líderes políticos siguen mirando hacia atrás. Su lenguaje y actitudes son claras demostraciones de que su mentalidad sigue colocada en el contexto de acción autoritario. Y esto se ha transmitido a otros círculos, como lo han sido un Congreso de la Unión que sigue siendo sólo una instancia reactiva y con escasa coordinación interna; una presidencia que declinó ejercer un liderazgo directo y firme; además de que tenemos una clara sensación de que estamos desdibujados ante la imposibilidad de entender cómo queremos participar en una globalidad que nos exige movernos más allá de la soberanía y del nacionalismo ramplón… Ésta ha sido una campaña que abre serias dudas acerca del futuro en términos de la gobernabilidad y la preservación de las nuevas instituciones apenas alineados durante esta larga transición política. Es insoslayable la exigencia de una nueva generación de normas al marco constitucional, pero sobre todo, inventar al sistema político que finalmente pueda trascender al populismo, la corrupción de siempre y el despilfarro presupuestal en cualesquiera de sus versiones partidarias.